Reproducción fasimilar de los seis números del fanzine más un anexo en color.
La música es colesterol del muy bueno para el corazón. El baile, que va unido al ritmo, también es muy bueno para los músculos, la piel y demás. La música será sonido, pero también es imagen, imagen guapa, de la que da buen rollo. Rockocó fue mi álbum de fotos, mayoritariamente en blanco y negro, de unos años de entusiasmos e iniciaciones en Madrid. Que esas fotos del fanzine comenzaran en 1980 tiene su explicación por el afianzamiento de las libertades en nuestro país. Que acabaran en 1984 es solo porque el espíritu amateur de aquel tiempo se había diluido, pero la diversión ya estaba afianzada en todas las ciudades.
En el anexo las fotos son en color. Es lo que procede en el siglo XXI. Son retratos de sus dos primeras décadas por diversas ciudades de España, además de Madrid. Vemos que las pintas han continuado su curso. Y se ve que ahí he seguido, con la lupa del objetivo en busca de otras calles del ritmo, abriéndome paso entre los nuevos cuerpos en crecimiento como si el tiempo fuera de los otros.
Han sido muchos años haciendo fotos en la soledad de la felicidad. Pasarlo bien nunca ha necesitado campañas de solidaridad. Si me hubiera dedicado a retratar el sufrimiento quizás hubiera recibido encargos de ONGs o de fundaciones benéficas, pero no ha sido mi ruta. Los fanzines los considero caminos enrevesados del yo a conciencia, ya sea de la palabra o de la mirada. Ellos me enseñaron a controlar el subsuelo de los territorios, a no tener que subastar los ojos en beneficio ajeno.
Aquí, pues, esta recopilación de imágenes entre dos siglos de un país que afortunadamente dejó atrás el ostracismo y que poco a poco ha ido abandonando las tradiciones atávicas. Homenaje silencioso a unas vidas empapadas de músicas de su tiempo.
[Fuente: lafonoteca.net]
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