Y en el sur de España todo es mucho más clandestino pero igualmente estimulante. El autor evoca una avalancha de experiencias en las que se entremezclan el flamenco y el LSD, la copla y el underground, progres, hippies, comunas gais (la Casita de las Pirañas del título), norteamericanos que quieren aprender a tocar la guitarra española, amigos del alma, novios, amantes ocasionales y personajes estrafalarios de lo más variopinto a los que trató en aquellos años de aprendizaje y desenfreno. Años en los que se independiza gracias a su sueldo de profesor, asume su homosexualidad, descubre la alocada vida nocturna de Torremolinos, el mundillo gay clandestino de Sevilla y los aires de libertad de las ciudades europeas, donde se ve envuelto en situaciones que van de un lance sadomasoquista en una elegante casa parisina a un encuentro sexual con un cura en el exterior de un teatro en el que se representa Aida, pasando por la detención por escándalo público en unos lavabos de Piccadilly.
[Fuente: Anagrama]
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