Uno de los fenómenos de los ochenta fue la apertura de salas donde se pudiese oir música en directo. El Rockola de Madrid, con su particular "movida", el Metropol barcelonés, o, en Zaragoza, la sala Metro o El Plató, se convirtieron en santuarios nocturnos, donde se reunía una juventud inquieta y con ganas de dar color, vida y cosmopolitismo a un país demasiado cerrado durante demasiado tiempo. El oscense Alberto Gabarre y el barcelonés Manuel Palou, conocido por todos como Manel, concibieron el proyecto de crear en Huesca un lugar espacioso y de calidad. Porque hay que decir que la sala Tránsito, al margen de las descalificaciones que tuviera ocasionalmente por parte de los sectores más conservadores u homófobos de la ciudad, fue un local que se destacó entre los locales del Tubo por lo bien concebido que estaba, con su doble puerta insonorizadora (cuando se veían pocas), su salida de emergencia, su buena distribución, su servicio de coctelería y su exhaustiva limpieza diaria. El Ayuntamiento, con todo, no llegó nunca a concederles la licencia para recitales musicales. En un primer momento llegaron a participar en el Tránsito los dueños del bar La Porteta, donde el artista Javier Romera, que luego quedaría ligado al Tránsito, se había dado a conocer. Romera, junto con José Ángel Enciso y Alfredo Cabañuz, fueron los artistas que más regularmente trabajaron en la elaboración de los famosos murales y escenografías del Tránsito.
Musicalemnte, la sala oontó con el magisterio de un joven Luís Lles, quien junto a su programa radiofónico "Misión Imposible" coproducía buena parte de las fiestas: Terror Party, La Batalla de los Garajes, Fiesta hip-hop, Marrakesch exprés, Aldea Global-La vuelta al mundo en ochenta ritmos, etc. Entre los que pinchaban discos también estuvo Luís Laiglesia, ya entonces locutor musical de radio. Al escenario de la sala Tránsito subieron una infinidad de formaciones musicales, a veces tan efímeras como sus fiestas. Se puede decir que hubo dos grupos oscenses particularmente ligados a la sala: Mestizoa, que dio su primer concierto en Tránsito, y ¨Círculo de Viena, con un Álvaro Benedicto que trabajaba entonces de camarero en la barra, y unos asiduos José Ignacio Callén y Julio Çasterad.
Fue característico del Tránsito y del talante de Gabarre el dar cabida en la sala a todas las iniciativas de creación que se le presentasen, por variadas que fuesen. Virginia Unzué, Marisa Olmos o Laura Paraíso siguieron sus particulares carreras después de haber trabajado en la barra del Tránsito. Romera compara la historia del Tránsito con un fuego artificial. Ciertamente, tras su estela y bella explosión sus protagonistas se dispersaron por el mundo, o bien pasaron a trabajar más adelante como programadores culturales del propio Ayuntamiento. Esto último daría pie para una reflexión sobre el papel que hoy han pasado a cumplir las instituciones públicas.
El Tránsito ha sido uno de los episodios màs felices y fructíferos de la vida en Huesca. Enhorabuena.
[Fuente: Ismael Grasa. Coordinador de la exposición "20 años de Tránsito"]
No hay comentarios:
Publicar un comentario