Compendio de artículos realizados por el desaparecido poeta y novelista de "la movida", Eduardo Haro Ibars que publicó entre los años 1975 y 1982 en las revistas Triunfo y Tiempo de Historia.
“Cuando trato de ser realista, y proclamo a los cuatro vientos que todo va mal, y que todo irá a peor todavía, se me llama derrotista, pesimista y desesperanzado. Por desgracia, la realidad me da continuamente la razón. Y siguen matando chavales por las calles, y se restablece la censura en el cine —aunque haya perdido su nombre, y sea una censura más vergonzante y no menos vergonzosa—, y se prohíbe el derecho a manifestarse. A mí todo esto me recuerda décadas anteriores y negras; mucho me temo que vamos a caer de nuevo en el aburrimiento, en la grisura, en el vacío físico y moral que imperaba con nuestro papá Franco, que es también el papá de estos chicos que hoy nos gobiernan y nos mandan, y que encima dicen que nos `representan´”.
Eduardo Haro Ibars, “El decenio que viene”,
en sección “Cultura a la contra” de la revista Triunfo, número 883, 29 de diciembre de 1979, pag. 40.
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
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'Obra poética', Eduardo Haro Ibars (Huerga & Fierro, 2009)
Prólogo de 'Obra poética' de Eduardo Haro Ibars, a cargo de Francisco Nieva:
"No soy yo un crítico de poesía, pero soy poeta dramático y sé bien cómo suena la palabra mágica y profética por dentro y por fuera, percibida como imagen mental y sonora, como sonido y como concepto. Eso, por lo menos, me permite resumir en estas pocas líneas la impresión que como poeta y como ser humano me produjo Eduardo Haro Ibars.
Hace unos años, cuando se estaba cumpliendo la transición política, fue para mí una sorpresa toparme con aquel joven escritor y poeta, hijo de un respetado intelectual y crítico amigo mío, y cuya amistad contaba con el picante –y a veces escocedor– problema de ser yo autor y él crítico de teatro. Mi conocimiento del joven Eduardo se llenó de sorpresa al comprobar hasta qué punto ser hijo de tal padre –como en tantos casos parecidos sucede– no había coartado lo más mínimo su vital desarrollo en un sentido opuesto pero complementario de una inteligencia clara y analítica al extremo, que los dos compartían. La segunda parte de esa común inteligencia me era infinitamente más favorable que la primera. Haro-Ibars había nacido crítico –además de ser un resuelto creador– y recababa tanta información cultural como su ilustre padre. Habla así-.
Era de todos modos asombroso encontrar a un joven que asumiera el conflicto de la existencia desde parámetros tan universales, en el Madrid doméstico de nuestra transición política. No me extraña, pues, que sus libros de poemas se reediten, porque son fiel trasunto de un «ahora» que todavía no ha pasado, y se le lee como si aún acabara de cruzarse con nosotros, tan elegante de figura y tan inteligentemente guapo. Haro Ibars ha sido el paradigma de una generación española que se encontró todo por descubrir en la intemperie y en el riesgo. Si hay que morir, más vale conocer la vida deprisa. No refleja un mundo ciertamente tranquilo, sino convulso. Pero también muestra un distanciamiento de artista y un equilibrio técnico que le confiere una forma determinada y específica.
Hay algo de sinfónico y rapsódico en su poesía, algo de canto pindárico moderno y a la manera de Walt Whitman. Esta es la impresión de conjunto que me ha sugerido la relectura de sus poemas, que nada ignoran de la muerte y el dolor. Pero todo queda refundido en una cósmica proyección, con imágenes de una extrema calidad poética. Una divagación con un solo punto de referencia, que es el «yo universal», el espléndido «yo» que son los otros."
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
"No soy yo un crítico de poesía, pero soy poeta dramático y sé bien cómo suena la palabra mágica y profética por dentro y por fuera, percibida como imagen mental y sonora, como sonido y como concepto. Eso, por lo menos, me permite resumir en estas pocas líneas la impresión que como poeta y como ser humano me produjo Eduardo Haro Ibars.
Hace unos años, cuando se estaba cumpliendo la transición política, fue para mí una sorpresa toparme con aquel joven escritor y poeta, hijo de un respetado intelectual y crítico amigo mío, y cuya amistad contaba con el picante –y a veces escocedor– problema de ser yo autor y él crítico de teatro. Mi conocimiento del joven Eduardo se llenó de sorpresa al comprobar hasta qué punto ser hijo de tal padre –como en tantos casos parecidos sucede– no había coartado lo más mínimo su vital desarrollo en un sentido opuesto pero complementario de una inteligencia clara y analítica al extremo, que los dos compartían. La segunda parte de esa común inteligencia me era infinitamente más favorable que la primera. Haro-Ibars había nacido crítico –además de ser un resuelto creador– y recababa tanta información cultural como su ilustre padre. Habla así-.
Era de todos modos asombroso encontrar a un joven que asumiera el conflicto de la existencia desde parámetros tan universales, en el Madrid doméstico de nuestra transición política. No me extraña, pues, que sus libros de poemas se reediten, porque son fiel trasunto de un «ahora» que todavía no ha pasado, y se le lee como si aún acabara de cruzarse con nosotros, tan elegante de figura y tan inteligentemente guapo. Haro Ibars ha sido el paradigma de una generación española que se encontró todo por descubrir en la intemperie y en el riesgo. Si hay que morir, más vale conocer la vida deprisa. No refleja un mundo ciertamente tranquilo, sino convulso. Pero también muestra un distanciamiento de artista y un equilibrio técnico que le confiere una forma determinada y específica.
Hay algo de sinfónico y rapsódico en su poesía, algo de canto pindárico moderno y a la manera de Walt Whitman. Esta es la impresión de conjunto que me ha sugerido la relectura de sus poemas, que nada ignoran de la muerte y el dolor. Pero todo queda refundido en una cósmica proyección, con imágenes de una extrema calidad poética. Una divagación con un solo punto de referencia, que es el «yo universal», el espléndido «yo» que son los otros."
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
'Intersecciones', Eduardo Haro Ibars (Libertarias Prodhufi, 1991)
Libro póstumo de Eduardo Haro Ibars (1948-1988) que publica Libertarias Prodhufi en 1991.
La confección de esta novela es producto de la elaboración y no de la
espontaneidad. La primera impresión que nos da su lectura es similar a
la que se obtiene del resto de sus escritos, intuitiva y directa. El
método de trabajo que sigue es una escritura o grabación diaria de
conversaciones inconexas, que se va acumulando en un cajón durante
meses. En un momento dado las revisa, entresacando frases que une con
las de otros autores, creando un collage literario, asumiendo las
teorías de William Bourroghs, pero en una segunda revisión crítica
después de un tiempo comienza una reelaboración que da con el escrito
definitivo.
En 'Intersecciones' se entremezclan la fantasía de otros mundos (Plutón, etc), con Madrid; personajes imaginarios y cinematográficos como Flash Gordon, Amazonia Killer, Ava Pearl, hasta Eugenio Frigo, Juan y Leopoldo, nombres de personas acaso cercanas a él; de la transformación de sexos, homosexualidad, masoquismo, sida, hasta una visión poética de la vida cotidiana.
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]

En 'Intersecciones' se entremezclan la fantasía de otros mundos (Plutón, etc), con Madrid; personajes imaginarios y cinematográficos como Flash Gordon, Amazonia Killer, Ava Pearl, hasta Eugenio Frigo, Juan y Leopoldo, nombres de personas acaso cercanas a él; de la transformación de sexos, homosexualidad, masoquismo, sida, hasta una visión poética de la vida cotidiana.
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
'El libro de los héroes', Eduardo Haro Ibars (Arnao Ediciones, 1985)

¿Quién o qué es un héroe? Hay defininiciones para todos los gustos, desde la de Carlyle -una tontería que ni mi interesa ni quiero citar hasta la de Fernando Savater, otra tontería que cito de memoria: según él, el héroe es el que hace lo mejor en el mejor momento, o algo así. Para mí, nada de eso: el héroe es, ante todo, el que no tiene miedo de nada y, sobre todo, no teme en absoluto a su propia muerte. Por eso he elegido, para ilustrar a mis héroes el momento de su muerte: el momento en que se enfrentan con el final inevitable, y cómo saben llevarlo. Por ello, quizá sorprende un poco la elección de mis personajes, no considerados, por lo general, heróicos: Luis II de Baviera, "El rey Loco" (¿Loco?, bueno...), Nerón, Drácula, Lawrence de Arabia y otros por el estilo. Un bien o mal intencionado amigo -con los amigos, nunca se sabe- me aconsejó titular este libro "Grandes gamberros de la historia". Pero, no; aunque estos semidioses de que hablo sean a veces destructivos, e incluso autodestructivos, no son gamberros: porque han sabido edificar, a lo largo de su vida -turbulenta o en apariencia sencilla- el gran castillo de su muerte, y han paseado por él, por sus salones fríos y llenos de espejos, siempre.
Otra de las características de la heroicidad, es que es una virtud bélica; para el presocrático, la guerra es el padre-madre de todo; y, si entendemos por guerra, ese estado de tensión constante en que vivimos todos, o casi todos, o, por lo menos, quienes nos tomamos el duro trabajo de pensar en las cosas, la frase resulta muy certera. El héroe es un guerrero, en el sentido que a esa palabra da Carlos Castaneda -o Don Juan, ¿qué importa?-: un hombre siempre alerta, que sabe que hay que defenderse, que todo es acechante y, muchas veces, dañino, maligno, espantoso. Y hay que estar preparado para esa muerte que acecha, como tan bien supo ver Jean Cocteau, tras todos los espejos, o cinco pasos detrás de nuestro hombro izquierdo, citanto de nuevo a Castaneda. Así que, por favor, basta ya de heroísmo al revés, de heroísmo pacifista mal entendido; porque puede ser bueno, sabio y hasta heróico, oponerse a determinadas guerras, pero no a La Guerra, a la guerra que está en todos nosotros y que vivimos día a día; "polemos" no es sólo guerra, en el sentido de pueblo contra pueblo -o, más bien, como ha sido hasta ahora, de gobierno contra gobierno- sino disensión, lucha, enfrentamiento a fuerzas superiores o distintas, e incluso revolución.
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
'El polvo azul. Cuentos del nuevo mundo eléctrico', Eduardo Haro Ibars (Ediciones LIbertarias, 1985)
Según palabras del propio autor, Eduardo Haro Ibars, como definición a su estilo de literatura. Sirva como referencia imprescindible de la obra del "poeta de la movida", este libro, 'El polvo azul', editado en 1985 con una estupenda portada "trans-pop" a cargo de Julián Vallejo, enmarcado en la colección "Nueva narrativa española" de Ediciones Libertarias:
"No encuentro que 'El polvo Azul' tenga relación alguna con lo que, en narrativa, se está haciendo aquí y ahora; quizá, mi aproximación al terreno literario de la fantasía y la ciencia-ficción, ni sea el único factor que me una a autores de mi edad, como puedan ser Leopoldo María Panero, et alia.
Por otra parte, no sé si en realidad puede hablarse de una"nueva narrativa española", siendo, como es, nebuloso el término mismo de"español". Creo, pues, que lo que escribo ha de verse, no como un fénomeno a-temporal y a-social -nada lo es: todo trabajo, en cualquier terreno, es hijo de su tiempo-: pero sí como separado de cualquier tipo de"escuela"o"capilla"que en este momento funcionen, o que se quiera hacer funcionar.
Digo esto con el mayor respeto hacia mis contemporáneos; pero deseo que tal respeto me permita, siempre, tomar distancias."
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
"No encuentro que 'El polvo Azul' tenga relación alguna con lo que, en narrativa, se está haciendo aquí y ahora; quizá, mi aproximación al terreno literario de la fantasía y la ciencia-ficción, ni sea el único factor que me una a autores de mi edad, como puedan ser Leopoldo María Panero, et alia.
Por otra parte, no sé si en realidad puede hablarse de una"nueva narrativa española", siendo, como es, nebuloso el término mismo de"español". Creo, pues, que lo que escribo ha de verse, no como un fénomeno a-temporal y a-social -nada lo es: todo trabajo, en cualquier terreno, es hijo de su tiempo-: pero sí como separado de cualquier tipo de"escuela"o"capilla"que en este momento funcionen, o que se quiera hacer funcionar.
Digo esto con el mayor respeto hacia mis contemporáneos; pero deseo que tal respeto me permita, siempre, tomar distancias."
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
'De que van las drogas', Eduardo Haro Ibars (Ediciones de La Piqueta, 1978)
Eduardo Haro Ibars intenta retratar los problemas que se derivaban del consumo incontrolado de las drogas en una época de total desconocimiento.
Ediciones de La Piqueta presentaba esta edición en 110 págs. de 13 x 20 cm, donde trataba temas como drogas del Este, drogas del Oeste, la nueva espiritualidad psicodélica, o el engaño alucinógeno, la hierba que fumamos, los opiáceos: soñar sueños frios, coca, barbitúricos, anfetas, etc.
Eduardo Haro Ibars no se consideraba un personaje maldito, sino un “maldecido”. Poeta, melómano, precursor del movimiento gay en España y adicto de todo tipo, Haro Ibars pertenece a esa última generación de españoles que luchó en la clandestinidad contra el franquismo durante los últimos años de la dictadura y que pudo firmar el ocaso de su juventud en un ambiente de libertinaje y nuevas experiencias que, a finales de la década de los 80, pasaría factura a muchas personalidades de la cultura surgidas en aquellos años.
Las circunstancias de aquel Madrid emergente en plena época de la movida lo empujaran a formar parte de Gelatina Dura, junto a su hermano y Jaime Urrutia, mezclando su poesía recitada con la música de estos. Su trayectoria y su indispensable aportación fue reconocida con el premio más suculento de la época en la capital para todo jovenzuelo roquero, el Micrófono de Oro, otorgado por la mítica sala Rock-Ola. En 1988 fallecía, víctima de sus autoproclamados propios excesos.
[Redacción. Pedro J. Pérez]
Ediciones de La Piqueta presentaba esta edición en 110 págs. de 13 x 20 cm, donde trataba temas como drogas del Este, drogas del Oeste, la nueva espiritualidad psicodélica, o el engaño alucinógeno, la hierba que fumamos, los opiáceos: soñar sueños frios, coca, barbitúricos, anfetas, etc.
Eduardo Haro Ibars no se consideraba un personaje maldito, sino un “maldecido”. Poeta, melómano, precursor del movimiento gay en España y adicto de todo tipo, Haro Ibars pertenece a esa última generación de españoles que luchó en la clandestinidad contra el franquismo durante los últimos años de la dictadura y que pudo firmar el ocaso de su juventud en un ambiente de libertinaje y nuevas experiencias que, a finales de la década de los 80, pasaría factura a muchas personalidades de la cultura surgidas en aquellos años.
Las circunstancias de aquel Madrid emergente en plena época de la movida lo empujaran a formar parte de Gelatina Dura, junto a su hermano y Jaime Urrutia, mezclando su poesía recitada con la música de estos. Su trayectoria y su indispensable aportación fue reconocida con el premio más suculento de la época en la capital para todo jovenzuelo roquero, el Micrófono de Oro, otorgado por la mítica sala Rock-Ola. En 1988 fallecía, víctima de sus autoproclamados propios excesos.
[Redacción. Pedro J. Pérez]
'Gay Rock', Eduardo Haro Ibars (Ediciones Júcar, Colección Los Juglares, nº 20., 1975)

El poeta y novelista Eduardo Haro Ibars aborda desde esta perspectiva un fenómeno musical que se está produciendo ahora mismo, separándolo claramente de otros conjuntos efectistas que intentan explotar comercialmente unas actitudes de rebeldía que en ningún caso les corresponden.
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