
¿Quién o qué es un héroe? Hay defininiciones para todos los gustos, desde la de Carlyle -una tontería que ni mi interesa ni quiero citar hasta la de Fernando Savater, otra tontería que cito de memoria: según él, el héroe es el que hace lo mejor en el mejor momento, o algo así. Para mí, nada de eso: el héroe es, ante todo, el que no tiene miedo de nada y, sobre todo, no teme en absoluto a su propia muerte. Por eso he elegido, para ilustrar a mis héroes el momento de su muerte: el momento en que se enfrentan con el final inevitable, y cómo saben llevarlo. Por ello, quizá sorprende un poco la elección de mis personajes, no considerados, por lo general, heróicos: Luis II de Baviera, "El rey Loco" (¿Loco?, bueno...), Nerón, Drácula, Lawrence de Arabia y otros por el estilo. Un bien o mal intencionado amigo -con los amigos, nunca se sabe- me aconsejó titular este libro "Grandes gamberros de la historia". Pero, no; aunque estos semidioses de que hablo sean a veces destructivos, e incluso autodestructivos, no son gamberros: porque han sabido edificar, a lo largo de su vida -turbulenta o en apariencia sencilla- el gran castillo de su muerte, y han paseado por él, por sus salones fríos y llenos de espejos, siempre.
Otra de las características de la heroicidad, es que es una virtud bélica; para el presocrático, la guerra es el padre-madre de todo; y, si entendemos por guerra, ese estado de tensión constante en que vivimos todos, o casi todos, o, por lo menos, quienes nos tomamos el duro trabajo de pensar en las cosas, la frase resulta muy certera. El héroe es un guerrero, en el sentido que a esa palabra da Carlos Castaneda -o Don Juan, ¿qué importa?-: un hombre siempre alerta, que sabe que hay que defenderse, que todo es acechante y, muchas veces, dañino, maligno, espantoso. Y hay que estar preparado para esa muerte que acecha, como tan bien supo ver Jean Cocteau, tras todos los espejos, o cinco pasos detrás de nuestro hombro izquierdo, citanto de nuevo a Castaneda. Así que, por favor, basta ya de heroísmo al revés, de heroísmo pacifista mal entendido; porque puede ser bueno, sabio y hasta heróico, oponerse a determinadas guerras, pero no a La Guerra, a la guerra que está en todos nosotros y que vivimos día a día; "polemos" no es sólo guerra, en el sentido de pueblo contra pueblo -o, más bien, como ha sido hasta ahora, de gobierno contra gobierno- sino disensión, lucha, enfrentamiento a fuerzas superiores o distintas, e incluso revolución.
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
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