Prólogo de 'Obra poética' de Eduardo Haro Ibars, a cargo de Francisco Nieva:
"No soy yo un crítico de poesía, pero soy poeta dramático y sé bien cómo suena la palabra mágica y profética por dentro y por fuera, percibida como imagen mental y sonora, como sonido y como concepto. Eso, por lo menos, me permite resumir en estas pocas líneas la impresión que como poeta y como ser humano me produjo Eduardo Haro Ibars.
Hace unos años, cuando se estaba cumpliendo la transición política, fue para mí una sorpresa toparme con aquel joven escritor y poeta, hijo de un respetado intelectual y crítico amigo mío, y cuya amistad contaba con el picante –y a veces escocedor– problema de ser yo autor y él crítico de teatro. Mi conocimiento del joven Eduardo se llenó de sorpresa al comprobar hasta qué punto ser hijo de tal padre –como en tantos casos parecidos sucede– no había coartado lo más mínimo su vital desarrollo en un sentido opuesto pero complementario de una inteligencia clara y analítica al extremo, que los dos compartían. La segunda parte de esa
común inteligencia me era infinitamente más favorable que la primera. Haro-Ibars había nacido crítico –además de ser un resuelto creador– y recababa tanta información cultural como su ilustre padre. Habla así-.
Era de todos modos asombroso encontrar a un joven que asumiera el conflicto de la existencia desde parámetros tan universales, en el Madrid doméstico de nuestra transición política. No me extraña, pues, que sus libros de poemas se reediten, porque son fiel trasunto de un «ahora» que todavía no ha pasado, y se le lee como si aún acabara de cruzarse con nosotros, tan elegante de figura y tan inteligentemente guapo. Haro Ibars ha sido el paradigma de una generación española que se encontró todo por descubrir en la intemperie y en el riesgo. Si hay que morir, más vale conocer la vida deprisa. No refleja un mundo ciertamente tranquilo, sino convulso. Pero también muestra un distanciamiento de artista y un equilibrio técnico que le confiere una forma determinada y específica.
Hay algo de sinfónico y rapsódico en su poesía, algo de canto pindárico moderno y a la manera de Walt Whitman. Esta es la impresión de conjunto que me ha sugerido la relectura de sus poemas, que nada ignoran de la muerte y el dolor. Pero todo queda refundido en
una cósmica proyección, con imágenes de una extrema calidad poética. Una divagación con un solo punto de referencia, que es el «yo universal», el espléndido «yo» que son los otros."
[Redacción NO80s. Pedro J. Pérez]
No hay comentarios:
Publicar un comentario