Este volumen nos lo encargó la SGAE y la revista Zona de Obras. Nosotros aprovechamos las estancias en Madrid del vigués Julián Hernández, que fue el único Siniestro que abrió la boca para esta biografía. De ahí que se ponga en tan buen lugar y que siempre sean los otros los que la montaban. Charlar con un Julián tiene más vicio que la farlopa, el tío sabe de todo y lo cuenta interesante. En tabernitas del centro de Madrid (de San Bernardo a Lavapies) y en el barrio de Hortaleza disfruté de interminables charlas, ya no sobre Siniestro, ya no sobre Julián… en general del mundo y sus elementos, fisicos o espirituales. Cogorzas con Julián hubo, pero quizá la peor de todas (por sus consecuencias, que no por la cantidad ingerida) fue en Valencia, en el barrio del Carmen, donde acudimos tras presentar el libro, “Tremendo Delirio”. Hago un inciso para explicar que el título viene de la expresión que Julián gastó durante los meses de trabajo. A lo que vamos. Acudíamos a un bar dispuestos a mamarnos más de lo que íbamos. Julián sube para mear a la planta de arriba, yo me quedo pidiendo algo. Lo siguiente que recuerdo es un golpe duro y seco y metálico. El ruido lo producía Julián cayendo aparatosamente por las escaleras metálicas. ¿Estás bien? Si, pero me duele el costado. Tranqui, te pongo en un taxi y al hotel, que yo he quedado ahí un momento. Dicho y hecho. Al día siguiente Siniestro suspendían su concierto en la capital del Turia, Julián tenía dos costillas muy abolladas y nos reíamos de todo ello tomándonos unas paella. Claro, que Julián no se podía reír mucho porque veía las estrellas.
Siniestro Total en la familia media Española.
Cuando me di cuenta de la existencia de Siniestro no era yo todavía adolescente, ni ganas que tenía. Era mi hermano mayor quién sobrevolaba esa barrera de la evolución y el que traía, de una forma semiclandestina, esas revolucionarias casetes gravadas a mi casa. No le veía maldita la gracia a aquello que sonaba... eran los primeros temas de Siniestro. Yo tendría doce años.
Os contaré; mi hermano mayor representaba todo lo que yo no quería ser en mi futuro. Con el engreimiento que adoptaba por su posición en el hogar paterno conseguía que sus gracias no me hiciesen reír y que, sin embargo, sus pintas si; que su comportamiento me resultase todo menos rebelde, que sus ademanes me pareciesen antinaturales. Con las curras que obtenía por mofarme de él lograba (además de que la madre le reprendiese) que todos sus hobbies (y su entorno en general, por extensión) me pareciesen ridículos: las motos de entonces, los ciclistas de entonces, su moda, la radio, el fútbol de entonces, sus amigos y, por supuesto, la música de aquella época. Ni que decir tiene que todo lo culturalmente moderno entraba por su mano a mi morada, para que engañar, para eso era el hermano mayor.
Y un día, como antes contaba, entró aquella cinta directa al loro filis. Era un modesto modelo de la época en la que no se consentían esos tonos plateados de ahora en los equipos de sonido, que eran negros, como la mortaja de Franco.
Era, por una cara “Cuando se come aquí” y por la otra “A santa compaña” de Golpes Bajos. No me importa el año. Aquel ratoneo que espetaba cargantes frases en castellano (la cara A, Siniestro) me pareció algo mas de su absurda imaginería, algo mas que obviar y odiar simplemente por venir de donde venía, de mi hermano.
Los años pasaron y yo era ya un indeseable de aproximadamente diecinueve años. Por arte de “abra Cadabra” era casi como él, como mi hermano mayor, ¡horror! Él, para estas, ya no era aquello. Su moda, música, conductas, y vida en general, habían cambiado ostensiblemente, incluso tenía un buen titulo universitario.
Todo había cambiado, pero, Siniestro Total, sin embargo, seguían ahí, mas avejentados que el carca de mi hermano, asomándose a noticias musicales a las primeras de cambio, arrastrando ese regusto que siempre han gastado a natural deformación, traviesos gamberros inofensivos, con esa actitud provocada de desenfado etílico, con esas dudosas gracias. ¡Y los mensajes de sus canciones! Lo que me transmitían... en fin, aquello no necesitaba muchas interpretaciones, ¡con todo lo que la especie había evolucionado! A mi hermano, por supuesto, le seguían gustando, aunque era de pascuas a ramos cuando se interesaba por ellos.
Descubrí, ya con un uso de conciencia propio, que existían grupos rockeros que duraban más allá del éxito del verano, grupos que perduraban y que no dependían, aparentemente, de una sola canción. En definitiva, grupos a los que no había fagocitado el sistema desgastando su credibilidad, anulando su capacidad de sorprender o a costa de convertirles en figurines de mierda. Eran tantos los casos: Radio Futura, Gabinete Caligari, Ronaldos, Rebeldes, Refrescos, La Frontera... Siniestro nunca llegaban a esa división inaccesible y decepcionante, había algo que se lo impedía, no se, una arrogancia exclusiva, una naturalidad pasmosa. Allí nadie iba de guapo, y eso a mi me llamaba poderosamente la atención. Por otro lado, si reflexiono un poco, en aquella época los Siniestro me parecían algo que la idiosincrasia del país traía consigo, como las rayas de las carreteras, o como los telediarios o como todo aquello que esta ahí de por sí. Musicalmente conocían los lazos a los estaban unidos, era evidente y yo no estaba sordo. Ya conocía a Dr.Feeldgood, Lynyrd Skynyrd, Stones y demás (no todo eran penurias en la relación con mi carnal).
Como todos certificaréis (hablo a la generación del 68 al 71), los Siniestro estaban ahí asiduamente, con Julián como cabeza visible, año tras año (y durante estos) dándoselas generosamente de graciosos y ruidosos en entrevistas y conciertos. A mí, con contemplarlos de lejos, me sobraba y bastaba. Sonaban por la radio y en cualquier bar donde pusiesen música de conjuntos contemporáneos, eran asequibles, ¿quién no conocía a Siniestro Total?. Me parece que, en esos momentos, yo ya recibía algún single en vinilo del disco “En beneficio de todos” que, invariablemente guardaba, sin haberlo escuchado en demasía. Esto era porque me había dado por visitar compañías de discos diciendo que era de una radio y en muchas picaban, dándome como castigo sus objetivos principales. DRO era una de ellas.
Pero eso es harina de otro costal.
A lo que vamos, que a mi no me gustaba lo evidente, que a mi no me la daban los grupos que salían levantado polvo para esconder carencias, que yo prefería complicarme la vida, a mi manera, claro esta, y consumir otros grupos, otros mensajes. Nada de terminar como mi hermano mayor.
El primer día que vi a Julián Hernández de cuerpo presente fue en el bar Flamingo, en Malasaña, en Madrid. Yo aún no conocía personalmente a toda aquella caterva de trasnochados que por allí andaban ( Los Enemigos, Sex Museum, Pleasure Fuckers, managers, periodistas, fotógrafos, camareros, disqueros, etc.), pero ya tenía agudizado mi radar mitómano y el tipo ese de gafas grandes, chaqueta clara, pantalón oscuro y zapatones, era él: varón de raza muy blanca, pelo rizado y tirando a rubio, alta estatura, ojos claros. Me sacaría aproximadamente diez años, y de algún modo me recordó sutilmente a mi hermano mayor. Le había visto en la prensa, en la tele y en algún concierto de verano al que había ido casi única y exclusivamente a pillarme la cogorza y cantar la versión de Obus. Ese día, al salir del Flamingo alguno de la cuadrilla gritó: ¡esos Siniestro! Y tan campante, siguió mi vida años y años, y todos ellos, sin gustarme Siniestro Total. Y (esto es chocante, un verdadero misterio) sin acudir a contemplar ninguno de sus conciertos, cuando, al cabo del año (y durante tres o cuatro consecutivos), asistía a una media de noventa conciertos, viviendo muy de cerca el devenir musical de la escena rockera nacional (es decir, intentando vivir de esto).
Una vez más todo ha vuelto a cambiar mucho. Mis diecinueve años son ya treinta y uno, soy un hermano mayor para todos los efectos. Ahora parece que se puede decir que malvivo de esto de la música y que mi hermano mayor es profesor en los USA. Fíjate si ha avanzado todo, que puedo certificar que Julián es colega (imagino que en el prologo del Babas saldrá a relucir) y que al resto de los miembros de Siniestro Total los he conocido personalmente (aunque de día), y atestiguo que son gente maja y rockeros impenitentes (entendiendo que el termino rockero, en este contexto, nada tiene que ver con guitarras o escenarios) Pero repito que no mantengo una admiración especial por la música de Siniestro, que no suponen un norte en mis miras, que no pincho sus discos por gusto (si acaso, alguna vez el “Cultura Popular”) y que sus mensajes me resultan un tanto excéntricos e introspectivos (chistes internos). Sin dudarlo, con el corazón en la mano y a bote pronto, lo que mas admiro del grupo son los trajes que gastan encima del escenario, su efectividad y sagacidad a la hora de provocar mediaticamente, su adaptación al medio (y al gramo), el modo aparentemente paciente con que se toman todo este tinglado, la fe que tienen en ellos mismos, su afición al rock y al blues, las guitarras de Julián, sus recomendaciones literarias y los ratos que echamos en las tascas, su instinto de supervivencia. Y, por último, admito en mi declaración que jamás me han decepcionado, aunque tampoco me la hayan puesto dura. Creo que todo eso no es poco.
Terminando. Llamé a mi hermano para comentarle que estaba liado con este escrito, necesitaba un par de datos para completar esto y le hizo tanta ilusión que le mentase en el prologo como que estuviese liado con una biografía de uno de sus admirados ídolos de la tardía adolescencia. Charlamos un rato y a él le seguían gustando Siniestro, incluso me comentó que se quería pillar algún disco de esta última época, me comentó alguna arcaica batallita de Julián vivida in situ (siempre lo hace, se trata de una borrachera en Santander o algo así) para rematar con el inevitable comentario muletilla sobre el pasar del tiempo... “y celebran los veinte años, ¡uff! yo, acuérdate, compraba sus discos en los saldos de Discoplay...” Y yo, para mis adentros, me acuerdo, claro que me acuerdo de las canciones de Siniestro sonando a todo volumen en el filis de casa y en loro del SIMCA 1200 saliendo de estival viaje: solo vine a comprar pan y me enseñasteis el Corán. ¿Cuánto queda para llegar?, es que me hago pis.
[Fuente: Kike Turrón]
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